Por: Germán Soler
Quiero
compartir con vosotros sentimientos que viven en mi desde hace unos meses y que
no sé exactamente como definir, o tal vez me de miedo hacerlo.
Siento que habito
la misma piel, el mismo cuerpo, que las manos son las de siempre, al igual que
las piernas que me mueven, hasta los ojos son los mismos, aunque se vayan apagando
en ilusiones cada vez más lejanas.
Me siento
atrapado en una vida que grita en busca de libertad, que quisiera romper con
todo para sentir la fugaz belleza de lo que le rodea. Quiero caminar hacia adelante y no lo hago,
quiero recorrer otro cuerpo y no lo hago, quiero ser feliz y no lo hago. En definitiva,
quiero ser y, no soy.
Es otra vez
la misma historia, cansina y abotargada. Hastía hasta lo más profundo depender
de lo que digan los demás, depender de otros para el sustento diario, no tener
libertad de caminar según tus pasos y hacerlo con los de los demás.
Atrapado en
mi misma piel, esta tarde fluyo en trapos olvidados, sucias corrientes y
recuentos no contables. Es como si el rostro se diluyera en nada, el cuerpo se
mostrase desnudo entre fondos de níveo blanco y el pensamiento fuese aventurándose
en desgarradoras tristezas.
Fuente Blog: El Viaje Bisexual de un Casado.
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